Todavía la vemos, cuando el día baja la voz. Rosalba se inclina sobre el cuaderno en la mesa de la cocina—o en un banco con tablón de parque, bajo cielo abierto—y el lápiz, entre sus dedos, deja caer palabras que titilan como luciérnagas listas para iluminar el atardecer.
Preguntaba por todo. Porque una gota de agua, vista en su primer microscopio,…